lunes, 18 de abril de 2011

Esquela de un amor encadenado

Soy yo. Me hallo observando mi reflejo de entre los sucios charcos que salpican las aceras de una ciudad en fuga ante los temporales que se avecinan. No hay que ser adivino, pues los nubarrones que cubren hasta donde la vista alcanza son vaticinio de tormenta. Que triste y decaído se siente el espíritu en estos días donde hasta el cielo sucumbe en amargo llanto. Unas veces silencioso, otras, entre estruendosos lamentos y airados alaridos.

Y, barruntando tristes pesares hace tiempo olvidados, el destino me regaló, con cierta ironía y malicia, un espejo anímico de mis enterrados fantasmas disfrazado de papel ajado, sucio y abandonado que fue a parar al charco donde meditaba.

Charco fangoso anónimo y perdido.

Me incliné y desdoblé el maltratado papel con primor. Era una carta y decía así:

-Mi pequeño sol:

Un día mas como otro cualquiera. Tan insoportable como otro cualquiera. Las espinas del día a día a las que antes era inmune supuran mis pies. Nada será igual que antes. Ignorante me hallaba en mi burbuja de inocente felicidad hasta que me abriste las puertas del cielo. Pero... que será de mi, al que le enseñaste a vivir con tu luz para luego, un día cualquiera, esa luz tintinear hasta desaparecer sin remedio en el horizonte. Las formas se apagan, el miedo me embarga y la obsesión por recuperar aquella luz que dote de sentido mi pequeño universo me atenaza.

Mi dulce flor, cuyo aroma era capaz de calmar las miserias de este vagabundo ser que te invoca se fue con el alba en la distancia, con los pétalos de tus sonrisas, con el néctar de tus palabras, susurradas al oído y capturadas por siempre en mi corazón. Tatuadas a fuego y sangre se hallan cada una de ellas: Desnudos de tu alma, arrumacos al pie de la cama, pueriles comentarios, cómplices en parte de mi desdicha. Por siempre las guardaré en lo más hondo, ya que destruirlas no puedo. Sólo espero aguantar cuando afloren a la superficie e intenten arrastrarme a las profundidades donde las enterré.

Intentaré ser fuerte. Pero debes estar orgullosa. Tu profunda y salvaje mirada, indómita aún tras mil batallas, tu hermoso rostro recortado a la suave luz de la luna, tu inocente sonrisa salpicada de zafiros de pureza prohibida, tu terso cuello, cada fina y elegante curva de tu ardiente cuerpo forman parte de mi. Me perseguirán hasta el fin.

Hasta mi jodida tumba.

Suplico porque no llamen a mi puerta sus espectros y se queden en la prisión donde los confinaré.

Me sequé de tanto llanto. Nuestros caminos se perdieron en la inmensidad de una caótica existencia donde la noche y las tormentas se ciernen sin descanso. Esperaré. Puede que sea un iluso pero es lo único que me queda. Esperaré a que el azaroso destino me muestre otro sol y eclipse tu dolorosa luz de una vez por todas.

Donde lo bueno es lo malo, donde el amor no tiene cabida, donde la razón se escapa y la perfección no puede ser “amarrada”, (Dedicado a tu recuerdo...) te destierro, hija predilecta de la erótica dulzura.

Hasta mi jodida tumba.

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